FUENTE:http://www.fruticulturasur.com/fichaNota.php?articuloId=1287
por Claudio Scaletta
Los lectores de Producción Sur no necesitan que nadie les interprete textos, pero algunos párrafos de “De conservadores y revolucionarios” resultan antológicos y vale la pena destacarlos. Escribía Rajneri:
“Es necesario admitir que los economistas que dirige Martínez de Hoz se encuentran todavía en la etapa revolucionaria hacia un orden conservador. Aunque está claro que sus finalidades son opuestas, hay más de una analogía con los que podrían denominarse gobiernos revolucionarios. Comparten por ejemplo la convicción de que el progreso de una sociedad pasa a través de la economía…”
“Ello explica la dureza con que conducen la economía nacional, con una creencia casi dogmática en los beneficios generales que depara el futuro, y la necesidad de cerrar los ojos y los oídos a los lamentos que el cambio produce en aquellos sectores que quedan aplastados por las nuevas leyes que rigen la economía.”
“El programa va a tener éxito, sin duda, si dispone del suficiente tiempo político. Es coherente y responde a las leyes generales del sistema. Aplica el principio de la selección de la especie, asegurando la supervivencia y la expansión de los más aptos. Incorpora la economía nacional a escala planetaria, obligándola a un permanente aggiornamiento…”
“Como todo sistema revolucionario este sistema tiene un costo social. Es poco probable que los asalariados tengan que temer en el futuro. La peor etapa de sus salarios ha pasado y de aquí en adelante es razonable suponer que irá incrementándose lentamente e incorporando nuevos sectores a la denominada sociedad de consumo”.
Sobre los verdaderos objetivos y resultados de la política económica de la dictadura y su herencia en los gobiernos que le siguieron se escribió abundantemente (ver notas relacionadas). Más de tres décadas después, vale reconocerle a Rajneri algunos aciertos en sus predicciones. La política económica de la dictadura fue revolucionaria y tuvo éxito. Cambió radicalmente el patrón de acumulación de la economía local y llevó más de dos décadas, una vez recuperada la democracia, comenzar a deshacer sus consecuencias. Para ello fue necesario atravesar la peor crisis económica de la historia local.
También debe reconocérsele a Rajneri su coherencia. Como ministro de Educación de Raúl Alfonsín fue el impulsor y redactor de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Es comprensible, entonces, la furia cotidiana del diario Río Negro contra el gobierno que le puso punto final a la impunidad y a las políticas neoliberales que desindustrializaron el país, llevaron la pobreza al 50%, la desocupación al 25%, el endeudamiento público al inevitable default y el sometimiento a las potencias extranjeras al paroxismo.