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15/7/11

“Mi cuerpo ya casi es un enemigo, pero el artista es joven siempre”



El 29 de junio, días antes de su trágico asesinato, una estudiante universitaria charló con él en una mesa de La Biela. El tema: una perspectiva crítica sobre el concepto de vejez. El resultado: la lúcida mirada de Cabral sobre el arte y la vida.
 
Adriana Oubiña tuvo la “dolorosa suerte” de registrar la que fue la última entrevista a Facundo Cabral en Buenos Aires, el 29 de junio, pocos días antes de su trágico asesinato. El marco fue un trabajo grupal que debía entregar para la cátedra de Psicología Evolutiva de la carrera de Ciencias de la Educación, de la UBA. “El encuentro fue casi fortuito, porque  la entrevista la había acordado con el artista plástico Pedro Roth y con el filósofo Pedro Cuperman, en La Biela, café emblemático de Recoleta (un “cenáculo”, como Facundo lo llamaba). El tema era la vejez. La materia tiene una perspectiva crítica acerca de la teoría clásica que atribuye características fijas a cada edad. Se puede ser viejo a los 20 años y joven a los 80, hay una edad biológica pero también psicológica. Perspectiva que coincide con la de Facundo”, comentó Adriana, y lo definió como “filósofo, poeta y humorista, el gran maestro que todos hubiésemos querido tener”. Lo que sigue es un extracto de la charla que mantuvieron en La Biela.

Adriana: –El tema es Cronos, mayores de 65.
Facundo Cabral: –No hay mayores ni menores. Marc Chagall era un muchachito, debe haber pintado hasta los 94 años. Ahora, hay cosas que no dependen de uno. Yo tengo 74. Ya no puedo gobernar mi cuerpo, ya casi es un enemigo. Pero es una decadencia normal. No tengo mucho diálogo con la gente de mi generación, porque para mí son todos viejísimos. El artista es joven siempre: hay una búsqueda, algo que te excita, una curiosidad. Lo que nos une a todos los seres humanos es la belleza. Frente a la belleza, cualquiera se sorprende.
–Lo que aprendiste en La Biela es educación no formal.
–Sí. Es lo que decía Bernard Shaw: “Interrumpí mi educación cuando me mandaron al colegio.” La educación oficial te educa para estar en un término medio. Y hay que emparejar a todos. La igualdad es una suposición del ser humano: no somos iguales, por eso la vida es excitante. A mí me gusta Sinatra porque cantaba como yo jamás podré cantar. Y siempre me enamoré de una mujer porque tenía todo lo que yo no tengo. La igualdad es aburrida. Y cuando hablan de arte popular, es un error. Si es arte, nunca es popular, y si es popular, no es arte. Lo popular es lo que te dan servido, la televisión. Terminás comprando eso porque es lo que conocés, y no tenés curiosidad, creés que todo termina con la Mona Giménez o Mirtha Legrand. Pero si vos estás afuera de eso tenés otra formación. Un pintor, no recuerdo quién, dijo una cosa extraordinaria: que el verdadero artista dialoga con su obra; el farsante, con su público. Cuando vos hacés una cosa con la intención de llegar a la mayoría, te fuiste del arte. Porque si es arte va a llegar de cualquier manera. O sea, el arte no es estadístico. Yo he sido popular con cosas muy chiquitas. Todavía pensaba que llegar a una mayoría era denigrante. Claro, era joven. Pero sentía que era representativo, pertenecía a un grupo y a una época, éramos como los juglares de la época. Después, me di cuenta de que la realidad es mucho más rica que la ilusión. Yo nunca me imaginé que el mundo era tan rico, que la vida es tan inmensa. Me costó muchos años. Se supone que la meta de toda disciplina del arte es llegar a vivir “en” arte. Yo no sé si soy artista, lo que sí sé es que hace muchos años que hago vida de artista. Si vos te levantás con actitud artística, el día es un hecho artístico.
–Es una visión un tanto onírica.
–Es que yo tuve una vida costosa, realmente espantosa. Nosotros envidiábamos a los pobres. A mí me cambió la vida un jesuita viendo un libro, parece mentira, fui analfabeto hasta los catorce, en la cárcel de menores. Era un libro de arte. Digo: “¿Y esto?” “Esto es un libro de arte.” Me dice: “Abrilo”. Y lo abrí, al azar, y veo un judío ruso con la típica gorra de visera, con la cabeza apoyada en el cuello de un caballo blanco. Le digo: “¿Y esto?” “Este señor se llama Marc Chagall, vive en París”. Fue impresionante, hasta el día de hoy no me pude separar de esa emoción. Después, atrás venían Rembrandt, Caravaggio…
–Hay gente que no comparte los conocimientos...
–Yo cuento todo. Es maravilloso porque, cuando lo hacés, la gente te cuenta todo. Después de los conciertos, la gente me cuenta cosas que por ahí no hablaron ni con sus hermanos. Hay gente que me dice: “A mí me gusta todo lo suyo, los versos que escribió en Guantanamera” (risas). “Perdone, señor Cabral, entre todas esas cosas que ha escrito usted, Gracias a la vida.” (risas). Ahora que soy más viejo, y que lo vivo, parece que todo fuera mío: “Guantanamera”, “Gracias a la vida”, “Los ejes de mi carreta”. Yo tuve suerte con eso de compartir, tener fácil llegada a gente que admiro mucho: Bradbury, Gabriel García Márquez, el cacique Aymara, la Madre Teresa, muchos años. Estaban siempre dispuestos a contar. Pero hubo un secreto para que pasara eso: que no saliste a que el mundo te conozca, sino saliste vos a conocer el mundo. Esta es la diferencia. La mayoría sale de gira para que se conozca su arte, y uno salió a conocer el arte de los demás. Por eso es bueno ser un artista aficionado, nunca profesional. Borges decía que al buen escritor se lo conoce más por los papeles que tiró que por los que guarda, y a mí me dijo García Márquez que era feliz si en una mañana podía escribir dos páginas honorables. Te encontrás gente increíble en el mundo. Y a otros que son artistas sin saberlo. FUENTE: tiempo Argentino

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