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2/12/11

Fui víctima, pero nadie me trató como tal: Experiencias de una denuncia de abuso sexual

A veces vivo mis días de manera tan enajenada, que me sorprendo mucho de las cosas que me pasan, nunca imaginé que realidades tan lejanas tocarían mi conciencia un rato… iba a tomar la micro, como todos los días, con el pase en la mano, los ciento veinte pesos y corriendo, como siempre, atrasada para todo… pero con el paso seguro de estar en mi territorio, en mi pobla, en el lugar que me ha albergado por tanto tiempo.
Tan distraída como siempre, mirando al suelo, cruzo la calle y pasa un sacoweas por mi lado y me dice “oye que estai rica”… me hierve la sangre pero me contengo y sólo le doy una mirada de profundo desprecio, un desprecio que resume mis ganas de patearle las bolas por balsa. Seguí caminando, con la mirada al suelo y con las muelas un poco apretadas.
Llego al paradero y no alcanzo a levantar la mirada… el mismo hombre me pilla de frente, se dio la vuelta por la otra calle… me da un abrazo, tan piola que de lejos se veía como si me amara, pero en realidad venía con la mano en el cinturón y venteando las presas, sólo miré pal cielo y sentí que el hueón me agarró el culo tan fuerte, me agarró las tetas y repetía una y otra vez “¿querí que te meta la pichula, cierto? ¿Eso es lo que querí?”. Un olor a humedad y aliento a caca rondaban por todo mi cuerpo, su hedor me producía náuseas, a él nada parecía importarle, me soltó y continuó su camino.
Mientras tanto… en mi cabeza daban vuelta un montón de sentimientos encontrados, mi temor y vergüenza por haber sido ultrajada de esa manera y las ganas de patearle las bolas hasta dejarlo mudo. Tomé mucho aire, me di la vuelta y lo seguí, le grité todas las cosas que no me dejaban decir cuando chica, le saqué la madre y le deseaba todos los males bíblicos, mientras tomaba mi celular para llamar a los pacos. Suerte para mí, desgracia para él… justo pasó un paco caminando para tomar la micro, en mi desesperación y llanterío le grité que lo persiguiera, que me había atacado y salí detrás del paco, manteniendo la distancia para no tener que volver a verle la cara al vil maricón que me había manoseado. El muy careraja se iba cambiando la chaqueta, para que no lo reconocieran… pero ya era muy tarde, yo tenía a toda una población pendiente de un posible violador, abusador, ¡maricón de mierda!
Desde lejos vi cómo el paco agarró al hombre, lo esposó y lo tiró contra una reja, llamó a otros pacos por teléfono y yo me quedé en la distancia, llorando, mordiéndome las uñas, mirando la escena que me producía tantas cosas… tantas indecisiones. Me tomaron la declaración y fue tan humillante decirle a un paco, a una persona que yo ni conocía, que un weón me había tocado las tetas y que me quería meter la pichula… era como relatarle una especie de relato erótico muy bizarro… tuve que aguantarme la pena y cumplir con el protocolo.
Me mandaron pa la casa y no me dijeron nada más… llamé a toda mi familia, a mi pololo y les conté lo sucedido, me fumé una cajetilla entera de cigarros y esperé que pasara el día a ver si es que podía digerir el trago amargo. No quería que mi pololo siquiera me tocara, no quería ver hombres, no quería sentir cariño de ningún hombre… me asqueaban todos.
Pasaron las horas y me preparé algo para comer… no alcanzo ni a probar bocado y tocan a la puerta, eran los pacos… había que hacer una constatación de lesiones, para cumplir con el protocolo. No emití queja alguna, si quería que al weón le dieran lo que se merecía tenía que hacer todo lo que me pidieran, aunque no quisiera, aunque me diera vergüenza, aunque sólo quisiera quedarme encerrada en la casa, la esperanza que me quedaba era mi calidad de víctima, el privilegio de poder exigir que el sistema de mierda estuviera de mi lado por un rato y abusar hasta las últimas de él.
Me subo a una patrulla y me llevan al hospital, ya en el sector de atención le digo a la secretaria que vengo a hacer una constatación de lesiones, “¿cuál es la razón?”, “abusaron de mí”… “ya, son veintiún mil quinientos pesos”. Un balde de agua sobre mi cabeza… ¿acaso tenía que pagar por mi derecho en calidad de víctima a una constatación de lesiones? No me quedaba otra, si no lo hacía, mi denuncia quedaría en el aire. Me cuestioné tantas cosas, pensaba en la cantidad de mujeres que sufren abusos y que no cuentan con ese dinero para poder realizar una constatación de lesiones, pensaba en todo el calvario burocrático que tiene que sufrir una persona sólo para finiquitar una denuncia TAN necesaria cuando acontecen abusos sexuales.
Lo peor es que por un momento pensé que el calvario terminaba ahí, pero me tuvieron unas tres horas, encerrada en una sala de 3×3, con un weón esposado y sin cordones en sus zapatos, con un borracho de mierda y con muchos pacos alrededor vigilando, rogué por un permiso para fumarme un cigarro… un permiso, nada más, no quería estar ahí, ¡fueron tres horas por la chucha! Tres horas… para que llegara un médico, apurado, me mirara, tener que decirle nuevamente que un conchesumadre me había toqueteado… por suerte no me revisó, y escribió “policontusa”, con una letra jeroglífica y me mandaron pa la casa.
Al tipo lo soltaron al día siguiente, pero mis deseos por llevar el caso más allá y evitar que el tipo, al menos, no volviera a acercarse a mi población, fueron más fuertes. Hice un montón de llamados con la esperanza de que alguien me dijera qué diablos tenía que hacer para pedir una orden de restricción. Al final llegué a la fiscalía y pedí los papeles del caso, estaban todos los datos del tipo, sabía dónde vivía, pero él también podía saber donde vivía yo, porque en ese mismo papel estaban todos mis datos y nadie me aseguró que él no tendría acceso a ellos. Cuando estaba a punto de rendirme, mi caso lo tomó la brigada de delitos sexuales de la PDI, tuve que volver a emitir mi declaración y lo único que sé es que están buscando a más testigos.
Por ahora, el caso sigue en una especie de limbo… no obstante, el amargo sabor que me deja esta experiencia es la incapacidad institucional que existe en este país cuando se trata de abusos sexuales, como víctima, fueron muy pocas las manos que me tendieron para hacer las cosas, y si tuve la fuerza para realizar todos los trámites fue porque mi experiencia no pasó más allá de los toqueteos… me imaginaba a una niña, me imaginaba una violación y me imaginaba el mismo calvario. ¿A quién le dan ganas de denunciar cuando los procesos son tan engorrosos y burocráticos? Tanta propaganda que le hacen a la idea de la denuncia, si al final… nadie nos ampara como mujeres cuando sufrimos este tipo de abusos. A mí también me gustaría decir “chiquillas, denuncien, estas cosas no pueden quedar impunes”, pero el punto es que yo todavía no sé lo que va a pasar ni qué giro tomará la denuncia que hice yo.
Este tipo de cosas me generan un montón de desesperanzas y un resentimiento inmenso con el sistema, fui víctima, pero nadie, absolutamente nadie me trató como tal.
por Alexa.,, FUENTE: http://metiendoruido.com

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